Este exclusivo vino que recupera la variedad Bastardo o Merenzano –en riesgo de desaparición– y se limita a 1.027 botellas, no puede acogerse a su D.O. natural por ser rosado, pero emite la estructura de los mágicos blanc de noir, lo que es un lujo. No cabe ante él más que sentirse afortunado de vivir otra primicia de Martín Códax y buscarle la compañía ideal. Desde la sutileza inmediata de su color, armoniza con el salmón y su untuosidad, además de con la textura jugosa de sus huevas, que amplían la elegancia de la lubina, en un tartar de pescados, al que el aguacate, las liliáceas y la acidez de la acedera dotan de carácter vegetal.