Los rosados son tendencia. Por fin encontraron sitio en los paladares exigentes y su conveniencia primaveral o veraniega los propicia ahora. La imagen frívola de los rosados entre los vinos de calidad era injusta. No es fácil, sino muy delicado y perfeccionista, hacer un buen rosado. Ahora se amplia la curiosidad por el vino debido a consumidores nuevos de rosado –lo que viene muy bien– o con el regocijo de quienes no se atrevían a manifestar su predilección antes. Y hay platos que lo piden decididamente, como del Arroz Negro, donde la complejidad de la tinta de la sepia marca y delimita el perfil del plato, entendiéndose muy bien con la frescura y fragancia frutal del vino equilibrando las puntas dulces del plato y las enigmáticas sensaciones de la tinta. Navarra es además el reino del rosado desde tiempo inmemorial y este Otazu, que utiliza la elegante monovarietal Merlot (la uva del Petrus, nada menos), garantiza oportunidad y diferencia.